Los nativos de las islas Trobriand creían que el 'baloma' o alma abandonaba el cuerpo muerto y se dirigía a la isla de Tuma, a cerca de 16 km de las Trobriand. En este submundo de Tuma los espíritus baloma vivían una vida semejante a la de los vivos, si bien más placentera y satisfactoria.
Conforme el espíritu se hacía viejo en el mundo de los espíritus su piel se arrugaba y se hacía fofa hasta que llegaba a caer como si de una serpiente se tratase. El espíritu se convertía en un embrión que una mujer baloma se encargaba de devolver en una canasta a las Trobriand, donde era lavado con el agua del mar. Eventualmente, el embrión entraba en la vagina de una mujer que, de esta forma se quedaba embarazada.
Además de implicar la idea de reencarnación, parece que esta creencia indica que los trobriandeses ignoraban el hecho fisiológico de la paternidad.
Brian Morris, Introducción al estudio antropológico de la religión, 183
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