De todos los desastres de los dos últimos siglos, el más significativo es la destrucción sistemática del pueblo judío por el nacionalsocialismo alemán. Nada más corriente, sin duda, en la historia humana, que las matanzas. Pero el genocidio hitleriano es algo distinto. Y aunque se remita sin duda a la larga historia de las persecuciones antisemitas en el Occidente cristiano, esa nefasta tradición no lo explica todo. Los nazis se apoyaban en el pensador que descubre la vocación victimaria del cristianismo en el plano antropológico: Friedrich Nietzsche.
Nietzsche fue el primer filósofo que comprendió que la violencia colectiva de los mitos y los ritos (todo lo que él llamaba 'Dioniso') es del mismo tipo que la violencia de la Pasión. La diferencia, según él, no estriba en los 'hechos', sino en su interpretación: "Dioniso y el Crucificado: ésta es realmente la oposición".
Para desacreditar a lo judeocristiano, Nietzsche se esfuerza en demostrar que su toma de posición en favor de las víctimas tiene sus raíces en un mezquino resentimiento. Señala que los primeros cristianos pertenecían, sobre todo, a las clases inferiores, y los acusa de simpatizar con las víctimas para satisfacer su resentimiento contra el paganismo aristocrático. La famosa 'moral de los esclavos'.
Ciego ante el mimetismo y sus contagios, Nietzsche no puede comprender que, lejos de proceder de un prejuicio de los débiles frente a los fuertes, la toma de posición evangélica constituye la resistencia heroica al contagio de la violencia, representa la clarividencia de una pequeña minoría que osa oponerse al monstruoso gregarismo del linchamiento dionisíaco.
Creo que no es casual que el descubrimiento explícto por Nietzsche de lo que Dioniso y la crucifixión tienen en común, y de lo que los separa, preceda en tan poco tiempo a su definitivo hundimiento.Para librarse de las consecuencias de su propio descubrimiento, el filósofo se refugió en la locura.
Enterrar la moderna preocupación por las víctimas bajo innumerables cadáveres es la manera nacionalsocialista de ser nietzscheano. Una interpretación, se dirá, que habría horrorizado al infortunado Nietzsche. Es probable. Compartía con muchos intelectuales de su tiempo y del nuestro la pasión por las exageraciones irresponsables. Para su desgracia, los filósofos no están solos en el mundo. Los rodean auténticos orates que a vecen les juegan la peor de todas las pasadas: los creen a pies juntillas.
René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, 227
la oposicion es dionisios y apolo y en el medio está el espíritu libre o el niño.
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