Hay que interrogar a 'Los Demonios' de Dostoyevski. En esta obra inagotable se desarrolla el auténtico diálogo entre Nietzsche y Dostoyevski. El ingeniero Kirilov, que resuelve suicidarse por orgullo, lleva hasta el punto decisivo la partida decisiva, indefinidamente eludida hasta él. El pensamiento de Kirilov, al igual que el de Nietzsche, tiene el punto de partida en una meditación sobre Cristo y el destino del cristianismo. Cristo ha puesto a los hombres tras las huellas de Dios. Les ha permitido vislumbrar la eternidad. El impotente esfuerzo de los hombres recae sobre la humanidad y engendra el universo atroz de la trascendencia desviada.
Si no ha habido resurrección, si las leyes naturales no exceptuaron ni siquiera a Jesús, este ser incomparable, el cristianismo es nefasto. Hay que renunciar a la locura de Cristo, hay que renunciar al infinito. Hay que destruir el universo post-cristiano. Hay que instalar al hombre en el aquí-abajo demostrándole que su luz es la única luz. Pero no basta con negar a Dios de boquilla para deshacerse de él. Los hombres no pueden olvidar la fe del evangelio, esta ley de amor sobrehumano que su debilidad convierte en ley del odio. Delante de la ronda infernal de los Demonios, manchados de crímenes y de vergüenza, Kirilov reconoce la mordedura de lo divino.
René Girard, Mentira romántica y verdad novelesca, 247
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