El hombre puede retraerse a la reflexión. En esto se parece a un comediante que ha desempeñado su papel y mientras tiene que volver a salir a escena se confunde con los espectadores y contempla tranquilamente lo que pasa en el escenario, así fuera la preparación de su muerte (en el drama), hasta que por fin vuelve a representar su papel y obra y sufre conforme debe hacerlo.
De esta doble vida procede aquella tranquilidad del hombre, tan diferente de la inconciencia de los animales, por la cual éste, después de haber tomado fríamente una resolución o de haber reconocido la fatalidad, soporta con admirable sangre fría los más terribles golpes o realiza las más heroicas acciones contra las cuales su naturaleza animal se rebelaría.
Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, 80
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